OS DEJO AQUÍ UN CUENTO TRABAJADO EN LA ASIGNATURA DE VALORES QUE SEGURO OS VA A INTERESAR MUCHO A TODOS
FLORECER
DE ESPINAS
Todos decían
que Espinas era una niña mala, pero mala de verdad. Su nombre en realidad era
Flor, pero todos le llamaban Espinas porque quien se le acercaba salía
lastimado.
Sus padres la mimaban demasiado y no se creían que fuera tan horrenda de
carácter y los maestros de la escuela le tenían miedo a sus mordidas y ataques
de rabia, nadie sabía qué hacer con ella, tal vez ni siquiera ella misma
comprendía por qué era así.
Los que más la padecían eran, desde luego, los otros niños, especialmente los
más pequeños, a los que Espinas disfrutaba hacer llorar tirándoles el almuerzo
y estrellándolos entre sí sin razón aparente, quizá estaba enojada porque iba
varios años atrasada y a veces podía escuchar cómo se reían de ella a sus
espaldas y no tenía ningún amigo, pero nadie lo podía asegurar. Sin embargo
todos le tenían miedo, hacía de los recreos momentos de pesadilla. Pero hubo un
día en que el patio parecía ser otro a la hora del descanso: todos los niños
jugaban alegres y sin ser molestados, había mucha felicidad por todas partes y
ni pista de Espinas.
“Qué bonito día”, todos pensaron, y siguieron en sus diversiones, todos menos
Eve, que había olvidado los colores para pintar su libro de dibujos en el
salón, por lo que fue corriendo por ellos rápida como conejo.
Cuando llegó al salón sus ojos no creían lo que veían, se encontró con una
sorprendente y única oportunidad, una de esas que se presentan una sola vez en
la vida. Espinas estaba dormida tan profundamente que hasta babeaba, y lo mejor
de todo es que había dejado sus lentes sobre el pupitre de modo que Eve podría
tomarlos y dejar casi ciega a Espinas el resto del día y con suerte varios días
más mientras reponían sus anteojos con lo que seguro no iba a la escuela.
Era fácil saber que así sería puesto que los cristales que usaba eran muy
gruesos. ¡Todos celebrarían a Eve!, “¡Eres nuestra heroína!”, le dirían con
seguridad.
Por otro lado notó algo a lo que nunca nadie había puesto mucha atención y que
la puso triste de pronto: a pesar de estar dormida, Espinas sujetaba con fuerza
un osito de felpa algo viejo y descosido. Se abrazaba a él y se veía que lo
hacía con mucho cariño. Después de todo ella no tenía amigos.
Eve se puso a pensar muy seriamente en sus opciones y al final decidió tomar
los lentes y salió del salón.
Al terminar el recreo sonó la campana, Espinas despertó y de inmediato notó que
algo no andaba bien. Todo era borroso y comenzó a marearse. Los otros niños
empezaron a entrar y ella se sintió vulnerable, comenzó a pensar en lo que
podían hacerle ahora que no podía defenderse y esto la angustió bastante. En
verdad estaba a punto de llorar cuando sintió una manita que se posaba en su
hombro mientras otra le colocaba las gafas en su lugar, era Eve que la miraba
con ternura.
“Te quedaste dormida y me dio miedo que fueras a romperlas. Estaban un poco
sucias, pero ya las limpié. Mi papá dice que debemos ser amables con los demás,
¿no crees Flor?”
Las lágrimas de angustia que Flor había estado a punto de llorar se convirtieron
en lágrimas de alegría. No resistió más y abrazó a Eve como nunca había
abrazado a nadie en su vida.
“Mi amiga”, la llamó, y todos aplaudieron y quisieron compartir esa amistad
también, y a su vez Flor quiso compartir su amistad con todos.
Hasta hoy, ni el mundo de Flor ni el de Eve ha vuelto a ser borroso jamás, y
por supuesto tampoco el de ninguna persona que se les acerque. Quién sabe por
qué, pero creo que ese día las dos comenzaron a florecer.